domingo, 22 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad: La soledad sonora


Se despertó y todo estaba en penumbra. Fue a encender la luz. El interruptor no le hizo caso. Habían cortado el suministro y no se acordaba.

Una punzada le atravesó la carne, desde el corazón hasta la boca del estómago, como una puñalada fría, calculada, certera. A duras penas se incorporó de la cama. A tientas avanzó unos pasos hacia la ventana, abriéndola.

La soledad sonora de la ciudad le abofeteó el rostro, con todos sus pequeños ruidos. Una moto pasó lejana, y el ruido fue decreciendo.

Se quedó mirando hacia la calle. La gente venía con sus compras, los niños brincaban alegres. Cerró y se dejó caer sobre el colchón. Sólo quería dormir. Volver a ese estado de inconsciencia donde el dolor no podía entrar.

Su mujer empezaba a gritar a lo lejos. Veinte años de matrimonio. Veinte años de soledad. La soledad sonora.

La música de un centro comercial empezó a sonar. La soledad sonora otra vez. El tic tac de un reloj marcaba un tiempo que ya no era suyo. Era Navidad y la nieve caía sobre todas las tumbas y todas las cosas, como el poema de Joyce. Anudó un pañuelo a un saliente y se ahorcó.

Mientras se balanceaba escuchó como su último estertor se fundía con la soledad sonora. Se dibujó una sombra en un resquicio. Era una pequeña mancha en forma de cruz. Una despedida, quizás. No la vio.

lunes, 4 de noviembre de 2013

jueves, 1 de agosto de 2013

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

No oía ni los pasos que se alejaban, no oída nada, sólo el descompasado latir de su corazón intoxicado. Todos se habían ido. Soñó con otro país, otra gente, otra vida, pero despertó y seguía en el mismo y asqueroso sitio, el suyo.

Se levantó de la cama y buscó dinero para cigarrillos. No había un céntimo. Deseaba fumar más que nada en el mundo, pero no podía. Se asomó a la terraza y se tiró. Cayó diez pisos más abajo. Su corto vuelo fue el camino más largo hacia su liberación. Su sangre se mezcló con una colilla.

lunes, 8 de julio de 2013

hello


Bye


lunes, 18 de marzo de 2013

UNA TARDE CUALQUIERA SIN VERDUGO NI ESPERANZA

Eran las cuatro y media en punto de la tarde, y el Pa de San Antoni rezumaba misericordia tras los muros de la iglesia de los padres Capuchinos de Palma. La misma que se negó antaño en el interior del patio de la antigua cárcel cuando a los reos se les daba garrote vil, recogía ahora los ecos de cientos de voces no menos lastimeras.

La larga cola de aquellos que esperaban recoger alimentos se confundía con las sombras que proyectaban los plataneros de la Plaza de España, y el mecer de sus hojas congelaba todos los cuerpos y todas las esperanzas.

La rabia me pudo. Entre ellos divisé a un antiguo profesor de kárate, el mismo que un día lejano me entregó con una amplia sonrisa mi cinturón negro. De ella sólo quedaba una mueca de asco y odio. No pude siquiera acercarme.

Entre la multitud se coló un conocido político. Iba tuiteando con su móvil de última generación. No levantó la vista. Me dieron ganas de cogerle por las solapas y espetarle que todo eso era por su culpa, de entregarle a los presentes para que le dieran de ostias. No hubiera servido de nada.

Apreté el paso. Un bebé lloraba entre los brazos de su madre. Los carritos que llevaban chirriaban, la vida chirriaba, la muerte chirriaba, todo era ruido, hastío, caos. Y las palabras no eran más que palabras, como éstas, y la esencia de la condición humana lo inundaba todo, boqueante, hacia el abismo de la tumba, una vez más.

jueves, 31 de enero de 2013

DE MONJITAS, BOMBEROS, AMANTES Y DEMÁS

La verdad es que a estas alturas uno no sabe muy bien de qué escribir. Y no es por falta de temas, faltaría más, sino por todo lo contrario.
Hacer un aburrido análisis de la situación política se me antoja baladí, o sea que no sé si sacar a colación el robo del camión de los bomberos, el tema de las amantes que pululan por las altas esferas en detrimento de familias, las manos ocultas que pagan con dinero negro a personas que son objeto de pleitesía por esos que luego cuchichean a sus espaldas , de los 'populares' que tienen la santa cara de mandarme tuits porque me he equivocado en un tanto por ciento, a sus compañeros que hacen lo propio 'apostillando' con pretendida ironía pero con recelo no vaya a ser que las 14.000 visitas diarias les vaya a pasar factura, o de los que se acercan intentando vender motos...no sé.

Pero bueno, mientras tanto esto se va llenando y ya casi he cumplido, que hace mucho que deje colgado el último post. Y es que uno no puede estar en todo, aunque ya me gustaría poner más en su sitio a quienes nos están tomando el pelo, riéndose de todos nosotros mientras condenan a la desesperación y en ocasiones al suicidio a más de uno. La profesión, sin embargo, exige cautela y buen tino.

No podrán con nosotros. Estarán el tiempo que marca la ley, pero ni un minuto más. O eso espero, porque de tanto mirar para otra parte igual la costumbre se hace crónica y nos quedamos atrofiados, mientras siguen sacudiendo a diestro y siniestro.

Sus conductas son como los pellizcos de monja, a la disimulada a veces, que casi no se notan, pero que escuecen un rato largo, o eso cuentan.
Bueno, pues ya está.