Lanza mordiscos a doquier mientras un obsceno lenguaje salpica con
desprecio las paredes, donde varios cuadros de políticos justifican su
razón de ser sólo por el hecho de dar sentido a los clavos que les
sostienen. Cuando es día de visita su postura intransigente se torna más evidente. La sociopatía que la empapa
encuentra entonces vericuetos indecibles en forma de hostilidad y
desapego. En el hospicio están hartos.
Un africano que reside en Móstoles y que un día pasaba por allí puede
dar fe de esta conducta simplemente bajándose un poco el cuello de la
camisa: los dientes de la niña han quedado impresos en su piel, como si
con ello hubiese querido compensar la ausencia de la firma de éste en un
documento oficial.
Pocos saben su verdadero nombre, aunque muchos se dirigen a ella
llamándola ’vieja prematura’. No hay en esta actitud iniquidad alguna,
mas si veredicto, puesto que la criatura, a pesar de no haber cumplido
el lustro, se asemeja a una anciana desnutrida, sin dientes, con las
nieves del tiempo cubriendo unos ensortijados cabellos donde una peineta
hace las veces de adorno en festivos.
Alguien la dejó abandonada tiempo atrás. No se sabe quién a ciencia
cierta. Los responsables del lugar recuerdan a un señor maduro de
enraizada barba dándose a la fuga, tras haber depositado una cesta de
mimbre en la puerta, aunque nadie da fe de ello llegado el caso. Pocos
quieren meterse en líos. Bastante tienen soportando su empecinamiento.
Raro es el día que no lance arengas solemnes en inquietas sobremesas
donde los presentes tratan de huir en vano empeño. Los discursos
riñen con el humanismo que destilan los oyentes y se enroscan
atenazantes en sus gaznates, abriéndose paso a través de un murmullo de
palabras sobre las que flotan
súplicas ignoradas, como si éstas fuesen barquitas a la deriva a punto de naufragar en un mar de reproches.
Por las noches la pequeña sólo encuentra consuelo en la cocinera.
Solícita ofrece ésta última su regazo mientras atiza con un palo unas
cacerolas cual posesa, para que los párpados de la primera se venzan al
sueño bajo el atronador repique. Es la única manera de que se duerma. En
el fondo de sus pesadillas la huérfana sufre, ya que no se dispersa en
el remolino de su memoria el impacto del olvido. Nadie la quiere ya.
Una noche de un mes de mayo enfermó. Estuvo presa durante una
larga convalecencia por fiebres que subían y bajaban como por antojo. En
ese periodo apenas logró hilvanar una frase. Antes de sanar e irse por
la puerta tan campante, con tan sólo un ejemplar de la Constitución
española en un hatillo, hubo quien asegura haberle oído exclamar en su
delirio: “Soy la niña de Rajoy”. Otros, sin embargo, perjuran que lo que
en realidad dijo fue: ¡Qué asco que doy! A saber.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
viernes, 21 de septiembre de 2012
POR UNA RENOVACIÓN BALEAR
Baleares sufre una convulsión social sin parangón. El ciudadano,
convertido en mero comparsa de los políticos, asiste entre atónito y
furibundo a una gestión que avanza a trompicones hacia el abismo del
desastre. Se tambalean a su paso todas las convicciones y las confianzas
depositadas, dibujándose sobre sus huellas las fisuras de unos
cimientos humanistas sobre los que se construyeron todos y cada uno de
los principios fundamentales.
El modelo político y económico hace aguas también en esta comunidad. Bracean así por salir a flote los náufragos de la lengua catalana, los desheredados de la construcción, los inmigrantes que lideraron en su día el ranking nacional de afiliados a la Seguridad Social, los empresarios que con el salvavidas de la subvención pública chapoteaban entre los medios de comunicación, salpicando como niños consentidos a todo aquel que osara replicar… El eco de esos tiempos se torna ahora en un grito de socorro al que todos hacen caso omiso, ocupados como están en nadar hacia la orilla donde rompen todas las súplicas. Sólo se columbran las sombras que emanan de conductas arteras y sibilinas.
El hartazgo de la corrupción ha dejado paso a una difícil digestión. El PP balear se ha atracado demasiado pronto de poder. Las decisiones de partido no encuentran en muchas ocasiones más hueco que el decreto ley, y el olvido de la persona como tal es práctica habitual. El que se mueve no es que no salga en la foto, sino que se le echa, simplemente, con tapujos, pero se le despide. El paripé recurre a la frase que se impone como moda: Dimisión por decisión propia. Pamplinas.
La sociedad sólo importa a la hora de votar. Pero eso ya no nos vale. Urge recuperar el protagonismo civil, no sólo ante las urnas, sino ante el mismo Parlamento. La representatividad donde convergen todas las protestas y todos los anhelos no debe quedarse en reuniones de vecinos, en tertulias de taberna, en conversaciones de sobremesa, en exabruptos nocturnos iluminados por la Luna, o en
las redes sociales donde las ideas se quedan atrapadas como en una tela de araña esperando ser devoradas por el olvido. Las reformas sólo pueden hacerse desde dentro, sí. Por eso hace falta una renovación balear en todo ámbito, para rehabilitar no sólo a las minorías que han sido relegadas, sino a nuestra propia conciencia.
El modelo político y económico hace aguas también en esta comunidad. Bracean así por salir a flote los náufragos de la lengua catalana, los desheredados de la construcción, los inmigrantes que lideraron en su día el ranking nacional de afiliados a la Seguridad Social, los empresarios que con el salvavidas de la subvención pública chapoteaban entre los medios de comunicación, salpicando como niños consentidos a todo aquel que osara replicar… El eco de esos tiempos se torna ahora en un grito de socorro al que todos hacen caso omiso, ocupados como están en nadar hacia la orilla donde rompen todas las súplicas. Sólo se columbran las sombras que emanan de conductas arteras y sibilinas.
El hartazgo de la corrupción ha dejado paso a una difícil digestión. El PP balear se ha atracado demasiado pronto de poder. Las decisiones de partido no encuentran en muchas ocasiones más hueco que el decreto ley, y el olvido de la persona como tal es práctica habitual. El que se mueve no es que no salga en la foto, sino que se le echa, simplemente, con tapujos, pero se le despide. El paripé recurre a la frase que se impone como moda: Dimisión por decisión propia. Pamplinas.
La sociedad sólo importa a la hora de votar. Pero eso ya no nos vale. Urge recuperar el protagonismo civil, no sólo ante las urnas, sino ante el mismo Parlamento. La representatividad donde convergen todas las protestas y todos los anhelos no debe quedarse en reuniones de vecinos, en tertulias de taberna, en conversaciones de sobremesa, en exabruptos nocturnos iluminados por la Luna, o en
las redes sociales donde las ideas se quedan atrapadas como en una tela de araña esperando ser devoradas por el olvido. Las reformas sólo pueden hacerse desde dentro, sí. Por eso hace falta una renovación balear en todo ámbito, para rehabilitar no sólo a las minorías que han sido relegadas, sino a nuestra propia conciencia.
Etiquetas:
POLÍTICA BALEAR
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