domingo, 22 de marzo de 2009

AMIGOS A LA DERIVA

Los inevitables avatares de la vida tienen parte de responsabilidad a la hora de no poder contar con muchos amigos, tantos los de antaño como con esos que se han ido incorporando por el camino. Muchos de estos últimos no gozan siquiera de tal privilegio, y toman tan sólo el apelativo a raíz de un magnánimo deseo por no relegarlos a otras categorías menos afortunadas en el escalafón de la confraternidad. Y es que, más que nada, son o han sido meros compañeros de trabajo que han confluido en un momento determinado y que, por lo tanto, al final han tomado otros atajos existenciales que les han llevado a paisajes lejanos donde es harto difícil columbrarlos. Los primeros, los que vienen de la infancia, han tenido el inconveniente de que se han ido yendo al otro barrio con más premura de la que uno hubiera deseado. Eran los que más valían, los auténticos, los más talentosos, virtud ésta que parece reñida con una vida longeva. Los amigos de verdad, los de lozanas correrías y a quienes les tocó vivir la adolescencia -como el que esto escribe- en plenos setenta y ochenta la filosofía del rock que nos impregnó, acabó por dar al traste con sus planes, y en gran número fueron cayendo por la herencia de las drogas y demás excesos.
Algunos, a los que llamo los supervivientes, quedaron casi todos algo 'tocados', y rara vez te reconocen por la calle por culpa de unas cuantas neuronas descolocadas a destiempo, aunque son los menos. Los del cole, los que marcamos en la zona de la palmesana Plaza Gomila toda una forma de vida, los primeros en colocarnos unas gafas Rayban de negros cristales, y calzarnos unos Levis made in Usa con camisa a juego, -inencontrables en esos tiempos en ninguna tienda- los que paseábamos con los primeros discos de Lou Reed o Iggy Pop bajo el brazo, o por aquello de los porros con lo último de Supertramp o Yes, por no menospreciar a nuestro inolvidable Morrison, se han muerto casi todos, como digo. En mi caso todos, menos yo. Por eso lo de los nuevos amigos me suena a guasa, a gente de paso que pronto se olvida, y que la única certeza que has sacado de ellos es que, inevitablemente, siempre te fallarán en los momentos que más los necesitas, y cometes la torpeza de pedir su amparo, aunque sólo sea para charlar.
Lástima que desde el cielo, o donde quiera que estén los otros, los de verdad, no puedan hacer más que ocupar en nuestra memoria, y en lo más profundo de nuestro corazón, un lugar que nadie usurpará. Para ellos estas líneas, y todo mi cariño. No os olvido.

1 comentario:

  1. Sin duda tienes un don especial para escribir. Espero que la suerte te sonría, te lo mereces.

    ResponderEliminar